CULTURA

EL OTRO JUÁREZ, EL DE CARNE Y HUESO

El 25 de marzo de 1857, hoy hace 160 años,
Benito Juárez arribó a la ciudad de Colima
como Presidente constitucional interino.



Noé GUERRA

Nuestros héroes no son el abstracto del bronce o mármol, sino hombres sujetos a la grandeza y a la miseria de la condición humana, y aprendemos también que si nos queremos entender en nuestra realidad actual, debemos aceptar que aquellos que nos han sido presentados como villanos, y que están condenados al basurero de la historia, quizá se equivocaron, pero no fueron traidores, ni deben por tanto ser objeto de execración u olvido. Es por eso que retomando a Ortega y Gasset, las nuevas generaciones, fuera de mezquindades e intereses ruines, tenemos la gran tarea de reconciliarlos con su realidad, de conocerlos y de entenderlos en su circunstancia, al fin que entrambos, buenos y malos, construyeron lo que somos.

EL IDEALIZADO. Sin acusar ni buscar culpables, cada grupo que arriba al poder busca posicionarse haciendo escombros al anterior, enterrándolo, borrándolo en sus aciertos y exagerando sus yerros para construir sobre sus ruinas; para el caso fue en la revolución cuando sus intelectuales para justificar su nueva condición y estatus a costa de la defenestración de Díaz empezaron a apologizar a Juárez, haciéndolo más por lo que no hizo que por lo que pudo hacer durante su prolongado mandato (1857-1872) que solo la muerte le pudo interrumpir luego de quince años, tiempo en el que sin interrupción fue el Presidente itinerante durante la guerra de reforma, el Presidente paralelo durante el segundo Imperio Mexicano encabezado por Maximiliano I y, finalmente, Presidente constitucional durante la República restaurada hasta cuando sin haber obtenido la mayoría en las elecciones de 1871 el Congreso lo reeligió para morir un año después.

EL DE VERDAD. Mucho se ha escrito de Benito Pablo, mucho para enaltecer su menuda figura, según diversas fuentes, de apenas 1.37 metros, tanto que nos lo presentan como un hombre de estatura regular cuando cómo podemos ver no la alcanzaba; la mayoría de sus biógrafos han evitado y hasta nos han ocultado aparte de su verdadero aspecto físico su forma de pensar y de ser, como por ejemplo su intolerancia a la crítica, su característica soberbia, su tozudez y sus medidas radicales de actuar, talantes que lo distancian mucho de aquel Juárez ecuánime, reflexivo y perseverante que en contraparte nos han presentado, como a su verdadero físico que, sin ser peyorativo, nos presentan a un indio zapoteca, sí, pero blanco, europeizado y de rasgos finos, cuando los daguerrotipos que hay de él nos dicen lo contrario.

EL HOMBRE. Pocos pueden imaginar a Benito como aficionado a los juegos de mesa y jugador de cartas y bueno para el poker, fumador de puro y empedernido bailador, especialmente de los ritmos de moda como la polka y a un hombre que durante su vida pudo procreó, apartado y en el exilio, a más de una docena de hijos, solo diez de ellos con Margarita Maza, quien le falleció a los 44 años de edad, un año antes que él, y con la que estuvo casado por 28 años, desde que contrajeron nupcias cuando ella apenas tenía 16 y él ya los 37 años de edad, y otros dos o tres hijos nacidos antes de su definitivo establecimiento conyugal.

EL VENDEPATRIAS. Juárez fue un gobernante pragmático al que si otra cosa hubiera sucedido hoy mismo seguramente lo tuviéramos refundido en el mismo infierno de la historia en el que se tiene al defenestrado Antonio López de Santa Anna, Juárez propuso y consumó un tratado, el más desventajoso que consigna la historia, luego del de Guadalupe Hidalgo (1848) y que se conoce como el McLane-Ocampo, formalmente Tratado de Tránsito y Comercio, acuerdo firmado en Veracruz el 14 de diciembre de 1859.

El tratado habría vendido a perpetuidad el derecho de tránsito por el istmo de Tehuantepec, por un pago de cuatro millones de dólares más armas y apoyo táctico, desde el puerto de Tehuantepec en el sur, hasta Coatzacoalcos, Veracruz, con la responsabilidad de emplear fuerzas militares para la seguridad de las personas que transitasen; también ceder a perpetuidad el derecho de tránsito a favor de Estados Unidos, desde Guaymas hasta Nogales Sonora; igual que desde cualquier punto entre Camargo y Matamoros en Tamaulipas, vía Monterrey, hasta Mazatlán, Sinaloa. Con este acto Benito Juárez literalmente vendió al país, apostó más de la mitad del territorio restante. Afortunadamente la inminente guerra de secesión norteamericana obstaculizó la consumación de dicho acuerdo al no ser ratificado por el senado Norteamericano.

EL INGRATO. Célebre aquel pasaje del 15 de julio de 1867 cuando luego del triunfo republicano el general Porfirio Díaz montando guardia lo esperaba al frente del ejército que había comandado y finalmente derrotado a los franceses aquel 2 de abril, hecho de armas con el que gracias a su bravura y entrega se conjuró la invasión y el segundo imperio encabezado por Maximiliano, fusilado un mes antes en el Cerro de las Campanas. La espera del destacado militar obedecía a un pretendido reconocimiento del Presidente, lo que no ocurrió, a cambio solo obtuvo un saludo de paso y luego el ostracismo, lo que como natural reacción lo llevó a la rebeldía y posterior enfrentamiento bajo el lema de la No reelección contra Juárez mediante el Plan de la Noria. Otros, como Melchor Ocampo y Santos Degollado no tuvieron tanta suerte al diferir con él, ni Matías Romero como tampoco Guillermo Prieto, todos en su momento desdeñados y alejados del círculo del poder juarista.

NOÉ GUERRA
COLIMA
Marzo 25, 2017