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COLABORACIONES

¡NOVEDAD!, HAY CORRUPCIÓN FUTBOLERA EN MÉXICO. JORGE HERRERA VALENZUELA

Marzo 16, 2017

El paro de los árbitros de fútbol soccer además de sentar un precedente, en materia laboral deportiva, deja abiertas las puertas para que nos enteremos de la corrupción reinante en la Federación Mexicana de Fútbol y de la impunidad con que se procede. Siempre se habla, se comenta, se escribe, de esas dos lacras existentes en el medio oficial, causantes de la crisis agobiante que padecemos en México. También en el sector privado aparecen las maniobras sucias, los manejos turbios, inclusive en el terreno internacional el escándalo sigue latente en torno a la Federación Internacional de Fútbol Asociación, cuyos exdirigentes están presos y bajo proceso.
No se trata de un parteaguas, como afirman algunas voces, porque el asunto tiene mucho mar de fondo y quienes movieron los hilos, deben ser personas interesadas en el control del supernegocio que es el fútbol mexicano, desean desterrar a los empresarios de la televisión que tienen el control de los minitorneos y de la metalizada “liguilla”. Incidentes que se dieron en las canchas, por la violencia, sirvieron de bandera para que los árbitros, autoridad en el campo de juego, se sintieran ofendidos y determinaron no actuar hasta que los dos futbolistas (el paraguayo Pablo Aguilar y el argentino Enrique Triverio) fuesen sancionados con un año de suspensión, cosa que consiguieron los árbitros que lucen uniformes con publicidad y la FMF, dicen, “dobló las manos”.
La práctica del balompié, en nuestro país, data en los inicios del siglo pasado. Primero fue en Pachuca, después en la Perla Tapatía, más tarde en la Ciudad de México y hace cien años en Toluca. El fútbol se hizo popular. Durante muchas décadas la práctica llanera fue el origen de grandes futbolistas, pero la urbanización acabó con los espacios, los llanos. Clubes como Guadalajara, América, Pumas y Atlas, entre otros, tienen sus escuelas llamadas “canteras” para impulsar a los niños y jóvenes con aptitudes para llegar a profesionales.
Con el paso del tiempo desapareció el romanticismo deportivo, es decir se borró aquello de que los jugadores salían a “sudar la camiseta”, a defender apasionadamente los colores de su equipo. Ya no hubo balones de cuero. Se protegieron con espinilleras. Hoy las playeras, los calzoncillos y las medias, llevan múltiples sellos publicitarios, cuyas ganancias no son precisamente para los jugadores. Bueno, los tiempos cambiaron para bien. Lo único que los futbolistas profesionales no han conseguido, es su sindicalización y en años anteriores a los que pretendieron organizar a sus compañeros, simplemente los dueños de los equipos procedieron a marginarlos, los despidieron.
Pues, sucede que en este siglo los propietarios de los equipos, al popular deporte, lo han comercializado. Las disposiciones administrativas y las medidas disciplinarias se contraponen con los derechos constitucionales. Opera por parte de la Femexfut o FMF, un régimen dictatorial. Un jugador no debe hacer declaraciones en contra de sus directivos y menos aún de quienes integran el comité ejecutivo de la Federación Mexicana de Fútbol. Las contrataciones anuales se hacen sin el consentimiento del jugador; esto se le conoce como “mercado de piernas”. Se supone que las autoridades gubernamentales, federales o estatales, deben de registrar y aprobar los contratos respectivos, previa comprobación de la voluntad de ambas partes.
En buen porcentaje los mexicanos, en las canchas, son desplazados por jugadores principalmente sudamericanos, algunos africanos y en esta época hasta por un francés. No estoy en contra de esas contrataciones, pero se aplican desproporcionadamente. Hay equipos que, en un partido, alinean hasta nueve extranjeros y dos del país, lo que no ocurre en ningún otro lado. Eso lo autorizaron los comerciantes de la Femexfut. En otros años existían torneos anuales, campeonato de copa, campeonato de reservas. Cambiaron el sistema a minicampeonatos, de 17 partidos denominándolos de “apertura” y de “clausura”. Luego el jugoso negocio con la “Liguilla” en que participan ocho equipos, los que ocupan del primero al octavo lugar en la clasificación. Resulta campeón el que estaba en el lugar número ocho y el que “ganó el campeonato” es eliminado. Esto contrasta con el fútbol europeo, por ejemplo, donde el campeonato es de un mínimo de 38 juegos y nada de “liguillas”.
Hacen un campeonato de copa, mezclando a los equipos de la antes conocida como Primera División con los de la “Liga de Ascenso”, antiguamente denominada Segunda División. A nadie interesan los juegos, salvo a los comerciantes, perdón a los dueños de los equipos, aunque los de las “oncenas chicas” se quejan por las pérdidas económicas que sufren, precisamente por la escasa concurrencia del aficionado a los estadios. También es importante comentar que en la Segunda División no participaban extranjeros, naturalizados o no, como ocurre ahora.
Bien, entre los aspectos que se derivan de la violenta actitud asumida por los árbitros, al suspender la décima fecha del minicampeonato, está el de que sean revisados los reglamentos que tienen en vigor los señores de la Federación Mexicana de Fútbol. Debe intervenir la Secretaría del Trabajo, lo que puede ser frenado por los jerarcas de Televisa y de Televisión Azteca, para defensa de los jugadores que firman los contratos con o sin su consentimiento, pues no tienen defensa alguna. Obvio que nadie se niega hacerlo, para no perder su trabajo.
Otra parte, tan importante como trascendente, es la relacionada con el desempeño los árbitros, cuyo nivel merece el reconocimiento de la FIFA a través de un gafete que los acredita para actuar internacionalmente. Con frecuencia tanto los directores técnicos como los jugadores se quejan del arbitraje y por hacerlo en público, son acreedores a que la Federación les llame la atención y en ocasiones a sancionarlos. También se escucha que los árbitros reciben consignas para favorecer a determinado equipo o para arruinarle la carrera a un jugador. Cierto o no esto último, pero por los graves desaciertos arbitrales, el espectador, el aficionado de hueso colorado, califica las acciones con el grito de “¡árbitro rateeeroooo!
Además de que los miles de aficionados que van a los estadios, hay un sector que se sintió fuertemente lastimado: el de los prestadores de servicios, léase vendedores ambulantes de recuerdos, de camisetas, de artículos ornamentales, los que venden comida, las fondas y restaurantes cercanos a los escenarios del partido, los músicos que trabajan en esos lugares, los que dentro del estadio comercializan la cerveza y los refrescos. Las pérdidas para ellos fueron tan elevadas como las de los promotores, los anunciantes, las televisoras, las estaciones de radio. También perdieron los revendedores de boletos.
PREGUNTA PARA MEDITAR:
¿Entenderán los federativos, los presidentes de los equipos y las autoridades gubernamentales que deben de considerar que los árbitros señalaron un camino violento, antes de conciliar y negociar en torno al problema?
jherrerav@live.com.mx

Jorge Herrera Valenzuela

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