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COLABORACIONES

Toro

Febrero 21, 2019

Los grandes maestros de la tauromaquia son sin duda Manolete, considerado como el mejor matador que jamás haya existido, y Manuel Benítez “El Cordobés”.

Manolete murió en una plaza de pueblo durante unas fiestas, quizá por la exigencia del público, "Islero", el quinto toro de la tarde, lo venció con una cornada en la pierna. Las últimas palabras del maestro fueron:

“¡Que disgusto le voy a dar a mi madre!”

“Don Luis no siento la pierna - le dijo el torero

Segundos después -Don Luis no siento la otra

Después la queja final fue: - “Don Luis No veo”

Luego pronuncio: El nombre de su peón de confianza: - “David; David” y murió...

Manuel Benítez “El Cordobés”, en los años cincuentas empezó a ser todo un fenómeno aplaudido por todos, taurinos o no. Era capaz de reunir a toda la familia delante del televisor y paralizar a una ciudad completa.

Estas anécdotas vienen a mi mente porque en Colima se vivió un gran momento de la fiesta brava en la Monumental Plaza de toros La Petatera en la ciudad de Villa de Álvarez, Colima

Observando a la gente fuera de esta plaza de toros veo muchos sentimientos encontrados. Porque también a lo lejos se escuchan activistas que alzan la voz pidiendo justicia para estos animales, en la percepción de que es un acto cruel, que no merece un ser vivo.

Por el otro lado muchas familias entran a la plaza felices de la gran corrida que van a presenciar dentro de la monumental plaza de toros.

Los ánimos despiertan alegría y la afición ya empieza a encender sus habanos, se pasan la bota llena de vino tinto cosecha especial que amerita esa ocasión para beber y disfrutar de la gran faena.

El toro es el símbolo entre la palabra y el arte que se nutre de osadas aventuras mezcladas con muerte y decepción o con júbilo y alegría. El toro bravo tiene una vida placentera hasta que llega a estos lugares donde solo se escuchan gritos honorables del suceso próximo al que se va enfrentar.

El torero por el otro lado se prepara delante del espejo para lucir su traje colorido de luces con el que piensa acosar y derribar al animal que le preparó el ganadero, siempre orgulloso por la buena casta.

El arte de torear se perfecciona en cada corrida para el torero, claro, si es que sale vivo e intacto de la mirada del toro.

El toro, como cualquier animal acorralado, utiliza sus armas para defenderse. Cuando un toro embiste utiliza los cuernos y se arranca hacia el objeto que lo ataca, él no sabe que esa persona es un engaño que por ovación y astucia seguirá acosándolo para lograr dar la mejor faena a los presentes. El engañado es el toro.

De igual manera la pintura y la poesía en cada movimiento se viven entre cada “Olé” y en cada movimiento flamenco del torero al pasar bajo el filo de los cuernos del toro y la mirada de cada espectador traspasa cada movimiento para poder criticar de manera experta al torero terminando su faena.

El gran Francisco de Goya en todos sus cuadros dedicados a la tauromaquia representa al torero con un tocado en la cabeza y el pelo recogido con una redecilla negra igual que el cuadro de “Juan de la Cruz de Costillares”. La larga coleta y la forma de acomodarlo posiblemente se justificaba para proteger la cabeza en caso de un golpe por una caída. La redecilla negra quedaba rematada por un lazo negro en lo más alto de la cabeza.

Sus cuadros en blanco y negro delinean y advierten como un desacuerdo entre líneas del pintor donde de manera sangrienta retrata escenas y desgracias de toreros al enfrentarse al toro de lidia.

La gran faena de colima el pasado 19 de febrero, en la Monumental “Plaza las Petateras”, el toro “El Villavarense” recibió un indulto por Antonio Ferrera, día histórico, ya que para mí nadie perdió y los dos salieron victoriosos, tanto el toro como el torero. ¿Será que “la luna de nieve” tuvo algo que ver en este mágico momento?

PAULA ROCA CASAS

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