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COLABORACIONES

Siguen las masacres y la violencia no para

Octubre 17, 2019


El presidente Andrés Manuel López Obrador afirma desde el púlpito de la mañanera que se avanza sin guerras ni exterminio para recuperar la paz. Justo cuando dice ese mensaje, un grupo armado, presuntos sicarios del Cartel Jalisco Nueva Generación, atacaron un convoy de la policía estatal en Aguililla, Michoacán. El saldo de la emboscada: 14 policías estatales muertos. Fueron masacrados, exterminados.
Se ufana el presidente de que el ejército y la policía ya no ejecuta como antes a los criminales. Y qué bueno, pero los criminales continúan asesinando a policías y soldados, así como a cualquier otro ciudadano que se cruce en sus caminos o que afecte sus intereses. La violencia sigue, la masacre continúa, el exterminio no para.
Lo que sí parece terminar es la convicción del gobierno federal para combatir a la delincuencia. O por lo menos eso se aprecia en el discurso y en los hechos. Un grupo de normalistas secuestran más de 90 camiones y priva de la libertad a sus respectivos choferes. ¿Qué hace el gobierno en respuesta a esto? Se sienta a negociar con los secuestradores y les da plazas docentes, becas, pasto sintético para su cancha de futbol y la promesa de que los dejarán tranquilos.
¿Dónde queda el estado de derecho? Que no se le olvide al gobierno que las leyes se crearon para regular conductas: si se comete un ilícito se castiga para disuadir la reincidencia. Lo absurdo, ahora en tiempos de la Cuarta Transformación, es premiar a quienes violan la ley y estigmatizar a soldados, policías, como violadores de derechos humanos, como carniceros del pueblo. Porque ya lo dijo el presidente: el narco también es pueblo.
¿Cómo combatir la delincuencia, cómo defender a nuestros soldados y policías, que arriesgan su vida para hacer prevalecer la justicia y el estado de derecho, cuando el mismo presidente de la república se pone de lado de los criminales?
No solamente no han desaparecido las masacres y los exterminios, sino que ahora parece que el gobierno simplemente no le importa. Y por eso la correlación del aumento de ejecuciones: en los primeros ocho meses de su gobierno fueran asesinadas más de 20 mil personas.
Si se hace un comparativo del primer semestre de su gobierno, la administración de AMLO ya superó al gobierno de Peña Nieto y Felipe Calderón en muertes relacionadas con la actividad delictiva: en los primeros seis meses de gobierno del presidente Vicente Fox la tasa fue de 7.12 casos de homicidio doloso por cada cien mil habitantes; en el primer semestre de Felipe Calderón el balance fue de 4.89 averiguaciones; en el primer semestre del gobierno de Enrique Peña Nieto el registro fue de 8.01 casos; mientras que en el los primeros seis meses del actual sexenio la tasa es de 11.51 casos.
Así la violencia: imparable y cada vez con más encono los enfrentamientos de elementos de seguridad pública contra los criminales. López Obrador se la pasó desgarrándose las vestiduras 18 años, criticando a todos los presidentes desde el 2006 hasta el 2018 en la estrategia de seguridad. Pero llega al poder y no cambia la estrategia: sigue igual, pero ahora atándole las manos a soldados y policías para que no “repriman” a los delincuentes, quienes “también son pueblo”.
No se apoya a la prevención del delito, sino que al contrario se ha recortado el presupuesto de programas vinculados a prevenir la violencia delincuencial. No se respalda en el discurso a las fuerzas armadas, sino que se les estigmatiza como represores del pueblo. No hay una estrategia clara para disminuir la delincuencia, porque para el presidente la causa de la violencia en México se debió al presunto fraude electoral del 2006.
En 10 meses no funcionó su discurso de fuchi, guácala, tampoco los programas como Jóvenes construyendo al futuro. La violencia sigue aumentando, crece cada día más, y el presidente sigue en la inercia de culpar al pasado y de reafirmar su respaldo a todos aquellos que se han dedicado a joder a la sociedad. Que sepan las palabras del presidente cada uno de los familiares de policías y soldados asesinado en su labor de seguridad: el narco también es pueblo.
Dos puntos
Colima no es ajena a la violencia en todo México, pero la diferencia es que aquí el gobernador respalda a los soldados y policías, invierte más de 800 millones de pesos en mejorar el trabajo de inteligencia policiaco, construye infraestructura deportiva y espacios de esparcimiento para alejar a los jóvenes de la delincuencia; todo esto a pesar de los recortes presupuestales y la falta de apoyo económico para la prevención del delito. Ahí están los hechos.

CESAR BARRERA VAZQUEZ

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