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COLABORACIONES

Directores ejemplares o detestables

Noviembre 12, 2015

En alguna de mis primeras visitas a la Universidad Autónoma de Nuevo León, de la mano del entonces director general, conocí su Preparatoria número 7. Ricardo Oziel Flores Salinas me la presumía con legítimo orgullo. Tenía la mitad de los alumnos del bachillerato de la Universidad de Colima y un edificio imponente. Ricardo me invitó a visitarla, pero me pidió que madrugáramos para verla desde el arranque de la jornada.
Estuvimos antes de las 7 de la mañana. El director esperaba en la puerta, un hombre mayor y aspecto jovial, amable, nos recibió gustoso. Todos los días, salvo circunstancias fortuitas, el director esperaba a sus estudiantes en la puerta, les recibía con una sonrisa y la mano tendida. Los padres de aquellos alumnos, muchos de los cuales acompañaban a los todavía niños, lo veían y saludaban.
Luego de la bienvenida hicimos un recorrido por los amplios y limpios salones de clase, los cuidados pizarrones de vidrio, sus laboratorios, en fin. La conversación en la oficina de la autoridad fue un magnífico colofón.
Con frecuencia recuerdo la anécdota ante los estudiantes de pedagogía o maestros en alguna charla o curso. Termino preguntándoles lo obvio: ¿observan el mensaje que envía el director a sus maestros, a la familia, a los estudiantes? La respuesta no necesita llegar. Salta a la vista.
Luego antepongo la otra imagen: la del director que llega a su oficina a las 9 o 10 de la mañana, sin preocupaciones ni mucha prisa, para comenzar su labor luego de revisar y responder su correo electrónico, hojear el periódico que ya le espera en el escritorio, y en el exceso, encargar el desayuno a la secretaria.
El contraste es abismal. Uno y otro mandan mensajes contundentes. Uno y otro enseñan; uno y otro comprometen de forma distinta a su comunidad, obtienen el prestigio de la respetabilidad o un desprestigio que difícilmente podrán sacarse de encima.
De unos y otros directores, de los comprometidos y de los detestables tenemos allá y aquí. De unos y otros depende, en buena medida, la calidad de lo que hacen los maestros, el cuidado de las instalaciones, la vida escolar.
Unos y otros probablemente cobran lo mismo, formalmente ejercen tareas semejantes, pero entre unos y otros hay una distancia insalvable. Con uno es posible la buena escuela, con el otro, casi imposible.

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Juan Carlos Yáñez Velazco

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